Estamos frente a una obra escrita para que todos aquellos que tenemos en nuestras manos la responsabilidad de actuar y repensar el acto de educar padres de familia, maestros, directivos, psicólogos, pedagogos, investigadores, tomemos conciencia y asumamos el reto de ensenar a los niños y jóvenes a vivir y crecer en una sociedad de consumo. Pero al mismo tiempo, es una llamada de atención a nosotros mismos, a reconocer en nuestra visión adulta de ser humano y sociedad, cuales son los valores y prácticas de consumo propias a identificar a la medida en que hemos adoptado o no estilos de vida, formas de identidad o hábitos de consumo pocos críticos y responsables.

A mi juicio, los aspectos nodales que aborda la obra residen en las siguientes interrogantes ¿en qué medida todos y cada uno de nosotros formamos parte del engranaje que modela en las nuevas generaciones el frenesí por el consumo irrefrenable de productos y marcas como símbolos de estatus, y que se traducen en estilos de vida poco saludables y dañinos para el ambiente y la persona misma?, ¿hasta qué punto poseemos claridad del impacto que tiene hoy en día en nuestros hijos y estudiantes el crecer en una sociedad consumista en aspectos como su identidad, valores, relaciones interpersonales, emociones, sentido de bienestar y felicidad?, ¿qué podemos hacer para instaurar una educación critica del consumo, con una visión humanista, orientada al consumo sustentable y a la transformación social?