Vivimos en efecto en un mundo mediado por la significación. La significación nos saca del mundo inmediato del bebé, que consiste en lo experimentado mediante la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto y hace que entremos al mundo del adulto en el que aún esas experiencias casi inmediatas, tienen una mediación por los significados.
Este proceso es gradual y progresivo, acumulativo y permanente en todos los humanos y empieza desde muy temprana edad, prácticamente desde que se empieza a tener contacto con otros seres humanos y muy claramente cuando se accede al luneguaje como un vehículo privilegiado de la significación humana.
No hay experiencia que sea totalmente inmediata. El mundo real al que nos referimos es siempre un mundo mediado por la significación y como dice Lonergan, un mundo inseguro porque la significación tiende fácilmente a desviarse y por ello existe el mito tanto como la ciencia, la verdad tanto como el error, el fraude tanto como la honestidad. (Lonergan, 1988, p. 80).
Es por esto que si pretendemos educar, tenemos que tener en cuenta esta significación que se encarna en los horizontes concretos de significados de los estudiantes que llegan a nuestras aulas. Esta necesidad se hace mayor si pensamos en una educación humanista integral y si tratamos de pensar en algunas estrategias para lograrla.
Las siguientes líneas persiguen abordar algunos elementos de la significación humana, principalmente los campos en que ella se desarrolla, como claves metodológicas para el diseño, operación y evaluación del Area de Reflexión Universitaria que se propone en la nueva estructura curricular del SEUIA como parte de la Dimensión de Formación Integral Universitaria.