En las situaciones límite, más allá de las cuales se encuentra lo “inédito viable”, 1 a veces perceptible, a veces no, se encuentran razones de ser para ambas posiciones: la esperanzada y la desesperanzada. Al menos, es esto lo que dice el gran pedagogo brasileño Paulo Freire en su Pedagogía de la esperanza (1992: 63).
El mundo se encuentra hoy en una de estas situaciones límite, en una crisis civilizatoria, o crisis sistémica, como ya concibe Edgar Morin (2003), en la que la humanidad ya no está siendo capaz de lidiar con sus problemas vitales y, ante esta enorme crisis, el sistema tiene la opción de autodestruirse o de “convertirse en un metasistema capaz de tratar esos problemas […]. Por ello, dice el pensador francés: “La gigantesca crisis que soporta, acarrea todos los peligros de un desastre pero también las oportunidades de metamorfosis […]”.